Bolsonaro y un silencio que dice todo

“Vi la cabeza de mi hijo en una bolsa”, dijo hoy la madre de uno de los 57 presos asesinados en un presidio de Pará, estado de la región amazónica, hacia donde el gobierno del presidente Jair Bolsonaro envió un equipo de guardiacárceles

En la madrugada de este martes un camión frigorífico trasladó algunos cuerpos al Instituto Médico Legal de Altamira, en el sur paraense, donde los familiares aguardaban para realizar el reconocimiento de las víctimas.

“Nunca había perdido a un hijo, no sé qué decir, no sé lo que vi, sólo vi la cabeza de él dentro de una bolsa de plástico, esto es muy triste”, declaró Francisca Moreira da Silva, madre de Adriano, uno de los 16 internos decapitados.

El presidente Jair Bolsonaro afirmó que no va a manifestarse, por lo pronto, sobre la matanza, en la que 41 detenidos presuntamente ligados al Comando Vermelho, fallecieron por asfixia dentro de un contendor.

Los atacantes pertenecen al Comando Clase A, una gavilla surgida años atrás en Pará que disputa el control de los presidios y el tráfico de cocaína con el Comando Vermelho, la famosa organización nacida hace décadas en las favelas de Rio de Janeiro.

Periodistas indagaron hoy por la mañana a Bolsonaro sobre la masacre en el Centro de Recuperación de Altamira cuando dejaba el Palacio de Alvorada, la residencia presidencial en Brasilia.

Esa es una “pregunta para las víctimas (de los presos) que murieron allá”, dijo el gobernante con un tono de ironía sobre el fallecimiento de los reclusos. “Después de que ellos respondan yo les responderé”, completó el jefe de Estado, quien es partidario del endurecimiento de las medidas contra los delincuentes y apoya una reforma de la seguridad pública con condenas más severas.

Por su parte, el ministro de Justicia y Seguridad Pública anunció hoy el envío de una “fuerza de tareas especial” con agentes penitenciarios federales que actuarán durante 30 días en Pará, donde algunas cárceles están bajo dominio de los cárteles.

Sergio Moro y el gobernador de Para, Heder Barvalho, decidieron trasladar a 46 internos a otros presidios provinciales y algunos federales de máxima seguridad.

La masacre de Altamira fue la segunda más grave de la historia de los presidios brasileños después de la ocurrida en Carandirú, San Pablo, en 1992, cuando fallecieron 111 reclusos.

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