La sucesión de Massa en el Parlamento acumula varias candidaturas

La oposición dice que no impedirá que el reemplazo sea del Frente de Todos. El nuevo ministro quiere a Cecilia Moreau pero otros oficialistas creen necesario equilibrar el poder del Frente Renovador

 

 

El oficialismo convocó a una sesión especial el martes a las 14 horas para aceptarle la renuncia a Sergio Massa que dejará la presidencia de la Cámara de Diputados para asumir formalmente ese mismo día con facultades ampliadas en el gabinete de Alberto Fernández. Por ahora suenan varios nombres dentro del bloque del Frente de Todos para ocupar su lugar, pero se conocerá el lunes tras una reunión del espacio político.

El massismo impulsa a Cecilia Moreau, vicejefa del bloque que hoy lidera Germán Martínez, pero no todos los sectores de la coalición coinciden en la propuesta. Es más, algunos legisladores creen que sería justa una distribución de poder, y que no quede todo concentrado en las manos del Frente Renovador. Por eso, en la danza de nombres aparecieron el sanjuanino José Luis Gioja, quien ocupa la vicepresidencia segunda, pero con menos probabilidades; el porteño Carlos Heller, que comanda la Comisión de Presupuesto y Hacienda; Juan Carlos Alderete de la Corriente Combativa Clasista; o el entrerriano Marcelo Casaretto, titular de la Comisión de Industria.

También, la diputada platense Victoria Tolosa Paz -aliada del presidente- y hasta la exgobernadora de Tierra del Fuego Rosana Bertone como figura de gestión dentro del peronismo.

Desde Juntos por el Cambio sostienen que «no van a impedir» la designación del reemplazante de Massa y «van a dejar que el Frente de Todos elija el sucesor. Sea ella, Moreau, o el piquetero (Juan Carlos) Alderete, o el banquero (Heller). Juntos por el Cambio dejará que lo elijan», dijeron a este medio apenas se conoció la noticia por fuentes del bloque opositor.

Aunque algunos representantes opinaron que quien lidere la Cámara Baja deberá ser «alguien que tiene un rol fundamental que se divide en lo administrativo, en la labor parlamentaria y un rol más político. Es un  momento donde en el Congreso se discuten medidas muy importantes y se necesita a alguien con capacidad de diálogo para que los diferentes bloques se sienten y lleguen a buen puerto», sostuvo Sabrina Ajmechet del Pro Capital.

Por su parte, también del Pro, la salteña Virginia Cornejo, opinó en Diputados TV que la nueva autoridad debe ser alguien que «sepa consensuar, que se ponga a las alturas de lo que significa estar al frente de la caja resonancia que tenemos los argentinos para debatir y que no le ponga frenos». «Se habla de Cecilia Moreau e inmediatamente me la veo manifestando en contra de Pfizer argumentando que pidió los recursos de la Argentina», criticó.

Un dato que ya contó a este medio es que, en abril de 1989, Juan Carlos Pugliese se fue de la presidencia de la Cámara a la cartera económica. Y lo sucedió un Moreau. En ese caso, Leopoldo, padre de Cecilia y actual diputado nacional por el FdT. Otro dato es que, de concretarse, sería la primera mujer en presidir la Cámara Baja en la historia de Diputados.

Cecilia fue militante de la UCR  en su juventud, y en 2014 se sumó al Frente Renovador de Massa. Fue electa diputada nacional en 2015, bajo el sello UNA, y reelecta en 2019 ya por el Frente de Todos, ambas veces por la provincia de Buenos Aires.

En lo que queda de año, quien sea designado al frente del cuerpo legislativo tendrá la difícil tarea de buscar consensos para aprobar el Presupuesto 2023 que, paradójicamente, tendrá que presentar Massa antes del 15 de septiembre. El año pasado, después de tires y aflojes con los opositores, el Gobierno no pudo tener Presupuesto por lo que se prorrogó el de 2021. En ese entonces, se acusó desde el propio oficialismo a Martín Guzmán de no saber negociar y no colaborar en la búsqueda de consensos.

En cuanto al martes, el reglamento interno de la Cámara Baja establece que si su titular renuncia asume automáticamente el vicepresidente, que ahora es el mendocino Omar de Marchi (Pro) hasta que se realice la primera convocatoria y el cuerpo legislativo elija el nuevo presidente. No hay plazos. El tigrense señaló, en diálogo con los periodistas parlamentarios acreditados, que «será una decisión que le corresponde al Frente de Todos».

Si bien se especuló con una licencia que podría tomarse Massa, Tiempo pudo confirmar que será renuncia, por lo que esta banca será ocupada por Juan Marino, militante y fundador del Partido Piquetero. Actualmente se desempeña como director de un área en el Ministerio de Desarrollo bonaerense que preside Andrés «Cuervo» Larroque.

 

El otro desafío económico: reencauzar el acuerdo con el Fondo Monetario

El cumplimiento del programa parece lejano. En su visita a Washington, Batakis sólo recibió pedidos de ajuste fiscal. La apuesta a la muñeca política de Massa y el insólito giro del presidente del BID

No es economista, sino abogado. Forjó su carrera en la lucha política y no frente a un Excel. Allí radica una de las particularidades que diferencia a Sergio Massa de quienes lo precedieron en el Ministerio de Economía. Y serán esas las armas con las que deberá lidiar ante uno de los principales condicionantes de la situación actual: la relación entre la Argentina y el Fondo Monetario.

Las posibilidades de éxito del acuerdo de facilidades extendidas que ambas partes celebraron en marzo lucen ahora tan escasas como cuando se suscribió el programa. En aquel momento (que parece muy lejano aunque apenas pasaron cuatro meses) ya asomaban en el horizonte los primeros cambios significativos que en el contexto global marcaría la guerra entre Rusia y Ucrania, con la fuerte variación de precios internacionales en rubros como los cereales, que jugaban a favor del país, y la energía, que influirían muy pero muy en contra.

Este último rubro fue uno de los que minó las reservas del Banco Central y agregó una incertidumbre que colaboró en la corrida cambiaria de las últimas reservas. Las importaciones de gas licuado, a razón de un promedio de U$S 100 millones por cada embarque, fueron el principal factor por el que la entidad monetaria sacrificó alrededor de U$S 1275 millones en el mes de julio, según datos preliminares. Este fue el detonante de una situación en la que la incertidumbre por la brecha cambiaria, el stockeo de insumos importados y las demoras en la liquidación de agroexportaciones parecen más agravantes que la causa principal del problema.

Es en ese contexto que el nuevo ministro deberá definir cómo sigue la relación con el Fondo, que tiene la prerrogativa, tal como lo marca el convenio vigente, de supeditar el envío de ayuda financiera al cumplimiento de las metas previstas. Pero aun con las flexibilidades otorgadas y con algunas maniobras contables para favorecer su validación (por ejemplo, la inclusión de un valor de partida distinto en los títulos de deuda para simular un mayor ingreso y maquillar el déficit fiscal), las condicionalidades dejan un margen de maniobra muy angosto. Y eso es incompatible con la irrupción de un superministro que busca cambiar las expectativas e iniciar una nueva etapa, tal como el gobierno decidió al entregar a Massa la suma del poder económico.

 

Tres puntos inamovibles

Para el FMI, la Santísima Trinidad del acuerdo la componen el déficit fiscal, la asistencia monetaria del Tesoro y la acumulación de reservas en dólares. Los dos primeros fueron fijados en porcentajes del PBI (límites de 2,5% y 1% respectivamente) y la meta de acumulación de divisas en U$S 5800 millones para todo el año. Como un dogma de fe, el organismo cree que esos ítems llevarán a ordenar las cuentas macroeconómicas, reducir la inflación y generar un excedente que asegure el pago de los compromisos tanto al propio Fondo como a los bonistas.

Pero los números, por ahora, no cierran. El déficit fiscal del primer semestre fue de $ 800 mil millones; vulnera los límites nominales impuestos para esta parte del año, aunque medido en proporción del PBI (que creció en valores corrientes porque la inflación fue mayor a lo previsto) está dentro de lo estipulado. El margen de asistencia monetaria es reducido: el Banco Central ya asistió al Tesoro por $ 435 mil millones y en esa suma no se cuenta el dinero emitido para recomprar bonos en pesos y evitar su derrumbe. En reservas internacionales, después de que terminó la época fuerte de liquidación de la cosecha, apenas se acumuló el 38% de lo previsto.

En su reciente paso por Washington, en el viaje que significó su debut ante los organismos internacionales y también su despedida del cargo (la desplazaron del Palacio de Hacienda apenas llegó a Ezeiza), Silvina Batakis recibió nuevas muestras de la rigidez de esos principios. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, saludó «sus esfuerzos iniciales para fortalecer la sostenibilidad fiscal» y destacó la «importancia de la implementación decisiva del programa». El martes, el Fondo presentaba su Panorama Económico Mundial y Pierre-Olivier Gourinchas, director del Departamento de Estudios del organismo, insistía en que «la situación en Argentina es muy preocupante; el tema más importante es que la inflación está desanclada».

A esa misma hora, Batakis desayunaba con ejecutivos de Wall Street a los que intentaba tranquilizar prometiendo más ajuste. En ese encuentro, según contó el embajador Jorge Argüello, la ministra «describió con crudeza el escenario que recibió, particularmente por la aceleración del gasto público en el primer semestre del año» y dijo que su plan era recortar el déficit en 1% del PBI, lo que da cuenta de la diferencia entre las proyecciones actuales y lo prometido al Fondo.

 

Por otra ventanilla

Como ya se dijo, Massa tiene características muy diferentes a quienes lo precedieron en el manejo de la economía. Un recurso a favor son sus contactos personales con otros ámbitos de poder de Estados Unidos, que podrían facilitar cierto lobby para ablandar el rigor técnico de las autoridades del Fondo. Esta posibilidad de negociar por una ventanilla aparte motivó su pedido para tomar a su cargo la relación con todos los organismos de crédito, lo que enojó a Gustavo Beliz y lo hizo renunciar.

Un ejemplo en ese sentido es lo sucedido con el presidente del BID, Mauricio Claver Carone. En una columna publicada en el Wall Street Journal a comienzos de esta semana, dijo que retenía un préstamo ya acordado por U$S 500 millones (cuyo giro el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, reclamaba para fortalecer reservas ) porque «para obtener ayuda del BID, la Argentina debe ayudarse a sí misma». El viernes cambió de opinión: saludó la designación de Massa y dijo que «espero colaborar estrechamente con él». El antecedente de Claver Carone es significativo, aunque la deuda en danza por U$S 44 mil millones pone la disputa con el FMI en un rango mucho más alto.

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