En 1789 hubo un quiebre en la historia de la humanidad. Aquel año comenzó la Revolución Francesa, el suceso que marcaría el ocaso de la edad media y el origen de la era moderna. Y la fractura más significativa resultó ser, sin dudas, la rebelión del pueblo ante el poder del absolutismo monárquico
La actuación de Nadia Podoroska En Roland Garros bien podría transformarse en una segunda Revolución Francesa. La rosarina desató un verdadero huracán en París tras derrotar 6-2 y 6-4 a la ucraniana Elina Svitolina, nada menos que la número cinco del mundo, para meterse en las semifinales del torneo más valioso del mundo sobre polvo de ladrillo. Con un nivel soñado en el Philippe Chatrier, el estadio central del Grand Slam parisino, se encargó de poner al tenis femenino nacional en lo más alto.
La rosarina, de 23 años, manejó los momentos del partido como si no existiera presión alguna. Jugó liberada y desbordó por ambos lados a una Svitolina que no encontró respuestas ante las variantes ilimitadas de su rival. Siempre que la Peque ejecutó el revés paralelo concretó un tiro ganador. Siempre que empujó a la ucraniana hacia atrás con un drive profundo halló el momento para traerla a la red con un drop. En pocas palabras, resultó una actuación descarada frente a una jugadora de elite mundial.
Svitolina había dicho en la previa que no conocía a Porodoska y que no sabía cómo jugaba. Apenas había visto dos games de su triunfo ante la checa Krejcikova. Y Podoroska salió a jugar como para que la ucraniana no se olvidara jamás de su rostro: la castigó, exhibió entereza en los momentos calientes y la dominó de principio a fin. Si hubiera que utilizar un lenguaje más coloquial habría que decir, sencillamente, que sacó a pasear a la número cinco del mundo en uno de los escenarios más imponentes del tenis internacional.