Expertos creen estar en el umbral de la tumba del emperador azteca
Arqueólogos descubrieron valiosas ofrendas de hace cinco siglos en el Templo Mayor, el principal santuario de la civilización azteca, en el corazón de la capital mexicana, lo que les hace suponer que estarían en el umbral de la tumba de un emperador.
Los hallazgos, calificados como “los más tentadores del momento”, fueron realizados durante recientes excavaciones en las escalinatas del recinto. Los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) estiman que estarían en el umbral de encontrar la tumba de un soberano de la dinastía Ahuízotl.
Las ofrendas luctuosas no son ordinarias, sino corresponden a las de un personaje de gran envergadura e incluyen un jaguar ricamente ataviado, así como un guerrero y un niño pequeño vestido como Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, y un juego de cuchillos de madreperla y piedras preciosas.
Las ofrendas fueron depositadas por los sacerdotes en una plataforma circular ritual, frente al templo del dios guerrero, donde según fuentes históricas reposaban los restos de los reyes mexicanos. Desde que el Templo Mayor fue descubierto hace más de 40 años, y la piedra de la Coyolxauhqui, la “madre de los Dioses”, en febrero de 1978, no se ha encontrado hasta ahora un entierro azteca. La ofrenda del jaguar se ubicó dentro de una gran caja rectangular de piedra, de la cual sólo se ha podido excavar una décima parte.
Además, se encontraban diversos objetos, como un disco de madera tallada colocado en la espalda del jaguar, emblema del dios Huitzilopochtli. Las investigaciones podrían verse frenadas por la decisión del gobierno de reducir un 20% el presupuesto del proyecto.
Desde hace dos años, el arqueólogo Eduardo Matos, que ha encabezado desde su inicio los trabajos de excavación del Templo Mayor, habló de que los investigadores estaban “cerca de llegar a donde presumiblemente estarían las tumbas de los emperadores aztecas”.
Un túnel descubierto en un predio frente al recinto puede conducir a donde se ubican las tumbas de los antiguos “tlatoanis”, como se llamaba a los monarcas aztecas. Basado en las crónicas del siglo XVI, Matos cree que gobernantes mexicas (aztecas) como Axayacatl o Tizoc, podrían tener su tumba ahí.
El hallazgo más reciente en el Templo Mayor ocurrió en 2015 cuando rescató la estructura del Tzompantli, una especie de altar prehispánico donde colgaban los cráneos de los sacrificados. Entre los objetos encontrados en la nueva ofrenda figura un disco de madera tallada colocado en la espalda del jaguar, representación de Huitzilopochtli, el dios de la guerra y del sol.
Además, se halló una capa de ofrendas acuáticas colocadas en la parte superior del jaguar orientado hacia el oeste, que incluye una gran cantidad de conchas, estrellas de mar de color rojo brillante y coral. Se considera que esta última representa el “inframundo acuático” que en el sistema de creencias de los aztecas es el lugar al que el sol viajaba por la noche antes de salir a la superficie al oriente para comenzar un nuevo día.
Ahuizotl es uno de los gobernantes más respetados de los aztecas por ser un hábil estratega y un temido guerrero, pero en la mitología de esta cultura también es un monstruo acuático que atrapaba hombres para ofrendar al dios de la lluvia Tláloc.
Octavo emperador azteca, nieto de Moctezuma I y hermano de Axayácatl y Tizoc, comenzó a gobernar el 13 de abril de 1486 hasta el 2 de septiembre de 1502, cuando murió, varios años antes de la llegada de los conquistadores españoles. Según los historiadores, tras suceder a su hermano Tizoc, impuso una política exterior expansionista contra otros estados mexicanos, en las cuales se forjó una reputación de terrible crueldad.
Sin embargo, también se le considera un fuerte líder religioso, un buen diplomático y hasta un experto economista que supo convencer y comerciar con los pueblos vencidos, abriendo las puertas del imperio a pueblos más alejados.