México hace honor a su larga tradición de recibir exiliados políticos

Lo que días atrás fue apenas una frase más del discurso del presidente electo Alberto Fernández en su visita a México cobraría otro cariz tras el golpe de Estado en Bolivia. “Los perseguidos por la dictadura vinieron acá y los mexicanos sólo los abrazaron”, apuntó hace una semana el dirigente del Frente de Todos en la Clase Magistral en la UNAM. Se refería al abrazo o apapache -como dicen por esas tierras- que recibieron miles de argentinos durante los ’70 en el país azteca, donde lograron salvaguardar sus vidas, pero también recrear parte de la vida cotidiana que quebró el terrorismo de Estado. Como otras tantas veces, México hacía honor a su larga tradición de recibir exiliados políticos. Hoy, volvió a dar cuenta de su hospitalidad, alojando al líder del MAS, Evo Morales, derrocado con la complicidad y participación de sectores cívicos, políticos y policiales

 

El respeto a la autodetetminación de los pueblos y el asilo político son una política de Estado en México. Desde el escritor y político cubano José Martí hasta los republicanos perseguidos durante la Guerra Civil Española llegaron al país del norte para estar a resguardo. Con el Plan Cóndor en marcha, se transformó en el refugio de un gran número de sudamericanos. Los argentinos arribaron en su mayoría bajo el gobierno de José López Portillo, un dirigente del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La recepción a quienes escapaban de las dictaduras militares latinoamericanas fue inmensa y generosa. Aun cuando es difícil unificar las diferentes experiencias del exilio, los argentinos que llegaron a México, tanto adultos como niños, no pudieron -ni quisieron-, en mayor o menor medida, dejar atrás su segunda patria. México fue mucho más que un país al que llegar. Se transformó en el hogar de los desterrados. Fue la diferencia entre el encierro y la libertad; entre la vida y la muerte. Así lo entendió ayer Evo Morales cuando decidió aceptar la propuesta del mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador.

“Estoy agradecido con el presidente de México, me salvó la vida”, dijo Morales apenas llegó hoy al aeropuerto Benito Juárez de la capital mexicana.

“Nuestra tradición ha sido siempre por la protección a los perseguidos políticos”, recordó el secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, un día antes, cuando anunció que Morales viajaría a México. Adelantándose a cualquier crítica, subrayó que “el otorgamiento de asilo es un derecho soberano del Estado mexicano acorde con sus principios normativos de política exterior para proteger los derechos humanos y respetar la autodeterminación de los pueblos”.

Ya en México, Morales tendrá por delante el desafío de otros tantos exiliados: volver a su patria en el menor tiempo posible. Con un extra, “sin cambiar de ideología”, “ni dar un paso atrás”, como él mismo prometió ante quienes lo cobijaron.

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