Pese a la matanza en las cárceles, Bolsonaro quiere volver a los trabajos forzados

“Son cosas que pasan” dijo el mandatario brasileño tras el motín

El presidente de Brasil no tiene filtro, luego de la masacre -con decapitados incluidos- de 58 presos en Altamira, en la región amazónica, y ahora otros cuatro reclusos muertos, Jair Bolsonaro redobla la apuesta con su idea de volver al régimen carcelario de trabajos forzados. En las últimas horas, cuatro presos fallecieron dentro del camión que los transportaba hacia la capital Belem, informó la Secretaría de Estado Seguridad Pública paranaense (Segup).

“La acción criminal ocurrió entre las 19 de ayer y la 1 de hoy y los cuerpos mostraban signos de sofocamiento cuando el camión llegó a la ciudad Maraba, al hacer una escala en el viaje hacia Belém”, detalló el comunicado de la Segup. Ayer, el Jefe de Estado declaró que “son cosas que pasan” cuando fue consultado por periodistas en el Palacio de Alvorada, en Brasilia, sobre la matanza ocurrida el lunes en el Centro de Recuperación de Altamira.

Pero no quedó sólo allí, Bolsonaro reconoció que le gustaría reformar la Constitución para retirar el artículo que prohíbe los trabajos forzados para quienes cumplen condenas en los penales, posición que endureció más el escenario social carcelario y del que podrían surgir nuevos motines en señales de protesta. “Yo sueño con un presidio agrícola, hay una cláusula pétrea que lo prohíbe, pero me gustaría que hubiera trabajos forzados, nadie quiere maltratar a los presos, pero ése es el hábitat de ellos”, indicó el mandatario.

Al mismo tiempo, Bolsonaro también indicó que “le preocupaban las víctimas de los delincuentes antes que los presos fallecidos en la masacre”. Ante esto, el abogado Fabio Tofic Simantob, presidente del Instituto Brasileño de Defensa del Derecho de Defensa, respondió: “En lugar de indignarnos con el discurso del presidente, éste nos ayuda a explicar cómo fue posible construir un sistema carcelario inhumano y el porqué de la grave crisis en la estrategia de lucha contra el delito”.

El lunes pasado, cerca de las 7 de la mañana, internos del grupo Comando Clase A pertenecientes al Comando Vermelho, asesinaron a 57 reclusos, de los cuales 16 fueron decapitados. La mayor cantidad de víctimas murieron por asfixia o calcinadas dentro de un contenedor de concreto y metal donde las altas temperaturas hicieron muy difícil la tarea de reconocer los cadáveres en escenas consideradas como de “terror”.

Finalizado el motín, el gobernador de Pará, Heder Barbalho, ordenó que casi medio centenar de presos sean retirados de Altamira y enviados a otros presidios federales de máxima seguridad. El objetivo es evitar otro choque de facciones que lleve a nuevos y sangrientos enfrentamientos. La ocurrida el lunes es la segunda peor masacre de la historia brasileña después de la ocurrida en Carandirú, San Pablo, en octubre de 1992, que dejó 111 presos muertos.

Uno de los principales problemas es el hacinamiento en los centros penitenciarios. La prisión de Altamira tiene sobrepoblación: puede albergar a 200 y tiene alrededor de 300 detenidos. Las rivalidades entre las bandas por el control de las rutas del tráfico de drogas, también es otro motivo que los lleva al enfrentamiento. En la actualidad, Brasil tiene la mayor población carcelaria del mundo con 726.354 detenidos. Le siguen Estados Unidos y China, según estadísticas oficiales de julio.

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