Una fake news originó el movimiento antivacunas

El intrusismo aparece hasta en un capítulo de Los Simpsons cuando Homero cree que con un tacho abollado que tomó la forma de la columna vertebral por accidente puede practicar la quiropraxia en el garaje de su casa. Pero a lo largo de la historia, no solo falsos especialistas han tenido que retractarse de los consejos que divulgaron durante años, cuando se dieron cuenta que el impacto en la salud era otro que el que prometían

En 1998, el médico inglés Andrew Wakefield sugirió eliminar la vacuna con la que se prevenía el sarampión, las paperas y la rubéola (conocida como MMR por sus siglas en inglés) por su presunto vínculo con los casos de autismo en niños mayores de un año. Respaldaba su diagnóstico en una investigación que habían firmado 13 facultativos, entre los que se encontraba su nombre, y que publicó en The Lancet, una reconocida revista científica.

Por este argumento, los padres comenzaron a desconfiar y el índice de vacunación disminuyó. Ese año hubo 55 casos de las enfermedades que protegía esa vacuna, males que hasta ese entonces, habían sido erradicados. El problema mayor fue que a las familias no les preocupaba la enfermedad sino saber si la vacuna era saludable o no.

La comunidad médica tuvo que lanzar una campaña de concientización acerca de los peligros que podía traer la no vacunación de los bebés para esas enfermedades en su desarrollo. De hecho, advirtieron que en algunos casos podía causarles la muerte. Para ese entonces, el mensaje ya se había extendido a todas partes del mundo y se prolongó en el tiempo. Tanto, que cuando a sólo un mes de haberse difundido la noticia, un grupo de expertos del Consejo Médico de Reino Unido comprobó que no había evidencias que comprobaran que la vacuna MMR era un factor para el espectro autista.

En 2003 los índices de vacunación en Inglaterra bajaron al 80% lo que llevó a que en 2008 los casos registrados fueran más de 1000. Sin embargo, en 2004 un periodista del Sunday Times reveló en un artículo que el estudio que defendía el médico británico había sido financiado por un estudio jurídico que se ofrecía a presentar litigios contra compañías farmacéuticas y la comunidad científica. El escándalo llevó a que seis años después, el Consejo de Medicina de Reino Unido lo declaró culpable de no haber aclarado sus vínculos con los abogados.

Hoy en día, los movimientos antivacunas resuenan y la falta de responsabilidad en la circulación de información hace que crezcan cada vez más.

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