El Sumo Pontífice se reunió con los delegados de 31 pueblos indígenas diferentes de América, África, Asia y el área del Pacífico en Roma
En un claro gesto de cercanía, el papa Francisco se juntó con los delegados de 31 pueblos indígenas diferentes de América, África, Asia y el área del Pacífico en la sede de Roma de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Durante el encuentro, que tuvo una duración de aproximadamente 20 minutos, el Sumo Pontífice saludó a los presentes uno por uno, algunos de los cuales le obsequiaron estolas artesanales, según reveló el portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti.
En un discurso pronunciado en su arribo a la FAO ante los embajadores y representantes de más de 100 países, reunidos para el inicio de la 42° sesión del Consejo de los Gobernadores del FIDA, el Obispo de Roma destacó que es factible derrotar la batalla contra el hambre.
“El hambre no tiene presente ni futuro. Solo pasado. Para esto, es necesario la ayuda de la comunidad internacional, de la sociedad civil y de cuantos poseen recursos. Las responsabilidades no se evaden, pasándolas de unos a otros, sino que se van asumiendo para ofrecer soluciones concretas y reales”, arrancó el Sumo Pontífice.
Jorge Bergoglio consideró que es fundamental promover el desarrollo rural y además luchar contra toda forma de dependencia. “El mestizaje cultural con los pueblos indígenas es la meta hacia la cual tenemos que seguir con la misma dignidad”, enfatizó el Papa.
Y continuó: “Habría que otorgar protagonismo directo a los propios afectados por la indigencia, sin considerarlos meros receptores de una ayuda que puede acabar generando dependencias. Y cuando un pueblo se acostumbra a depender, no se desarrolla”.
Por último, el Papa se refirió al “buen” uso de la tecnología. “Hay que poner la tecnología realmente al servicio de los pobres. Las nuevas tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en sinergia con los mismos”, concluyó Francisco.