Quién es Fernando Haddad, el elegido de Lula para gobernar Brasil

El ex presidente, preso e inhabilitado, se dispone a consagrarlo como su sucesor para la elección del mes que viene. Historia, perfil, ideología y estrategia. ¿Puede volver el PT al poder?

 

 

 

 

El próximo martes 11 es el “día D”, aseguran en Brasil. Esa es la víspera de la fecha impuesta por la máxima instancia de la Justicia electoral de ese país para que el Partido de los Trabajadores presente la que será su fórmula presidencial definitiva para los comicios del 7 y el 28 del próximo mes en sustitución de la encabezada por el preso e inhabilitado Luiz Inácio Lula da Silva. Según trascendió, el expresidente ya decidió que ese día asumirá el paso al costado al que lo forzó el Tribunal Superior Electoral (TSE) y que, desde su lugar central en la política del país vecino, llamará a sus seguidores a votar por su número dos, Fernando Haddad, a quien entronizará como su heredero político. Intentará repetir así la operación que logró imponer con éxito (inicialmente, al menos) con Dilma Rousseff.

 

Dado al favoritismo descollante que Lula da Silva venía mostrando en todas las encuestas, con una intención de voto cercana al 40% y liderazgo en cualquier escenario de balotaje, la pregunta pasa por cuántos sufragios podrá transferirle a Haddad. La mala noticia para el PT es que este registra por sí mismo apenas un 6% en esos sondeos; la buena es que al menos la mitad de los incondicionales de Lula sufragarán por quién este señale. Solo con eso, Haddad podría meterse en un segundo turno e incluso tener posibilidades de vencer de acuerdo con quién sea su rival.

 

Así las cosas, ¿quién es Fernando Haddad y qué puede esperarse de él?

 

Responder esas preguntas requiere repasar sus antecedentes. Nacido en San Pablo hace 55 años, tiene perfil académico, ocupó cargos de relevancia en la era del PT y, lo más importante en esta encrucijada, salió ileso de la operación Lava Jato. Podría decirse que es un petista “portador sano” en momentos en que arrecia la lluvia ácida del Poder Judicial sobre las principales figuras de ese partido, de Lula hacia abajo. En los últimos días, fiscales formalizaron un par de denuncias en su contra, una por alegado desvío de fondos en sus tiempos en la Alcaldía de San Pablo y la otra por supuesta financiación ilegal de su campaña de 2012. Balas de fogueo: no hay político en Brasil al que no le achaquen cosas de ese estilo, como le ocurre en estas mismas horas al preferido del mercado, Geraldo Alckmin, y solo buscan un impacto político, ya que las elecciones llegarán mucho antes que cualquier complicación judicial.

 

Haddad es abogado, máster en Economía y doctor en Filosofía, y se desempeña como profesor de Teoría Política Contemporánea en la Universidad de San Pablo.

 

Su llegada a la política práctica se produjo en 1983, con su afiliación al PT. Desde entonces, ocupó cargos de segunda línea en la administración de Marta Suplicy en la Alcaldía de San Pablo e hizo otro tanto a nivel federal en el primer tramo del mandato de Lula da Silva. Sin embargo, pronto, a partir de 2005 se convirtió en ministro de Educación, cargo que conservó durante la primera mitad del mandato de Rousseff.

 

En 2012 renunció para pelear por la alcaldía de su ciudad, la más importante y corazón económico excluyente de Brasil. Y ganó, venciendo a José Serra, un caudillo histórico en San Pablo de la socialdemocracia, tal el nombre formal del liberal-conservadurismo actual en Brasil.

 

Marcelo Rech, director del instituto InfoRel de Brasilia, dijo que “en términos de perfil, Haddad es joven, moderno y capaz de ser un líder importante. Pero necesita asumir eso y también la responsabilidad de reestructurar un partido que corre un serio peligro de hundirse junto a Lula”.

 

En 2016, cuando el viento soplaba de frente y con fuerza contra todo lo que oliera a izquierda, perdió la pelea por su reelección con el empresario y popular conductor de TV João Doria. Apenas un par de meses antes, Dilma había sido eyectada del gobierno en un polémico juicio político.

 

Consultado por este medio, Creomar de Souza, analista político y profesor de la Universidad Católica de Brasilia, estimó que “Haddad probablemente fue una de las principales víctimas electorales de la crisis política que sacudió al PT”

 

¿Por qué Lula, entonces, apuesta a un “perdedor” para dar la batalla que puede llevar (o no) a un rescate in extremis del proyecto de la izquierda brasileña y, claro, a su propia libertad? Porque Haddad no es un perdedor. En esa última elección, con todo en contra, obtuvo un 16,7% de los votos, una cifra nada despreciable como piso en la capital del principal colegio electoral de Brasil, que significa algo muy parecido a la provincia de Buenos Aires para la Argentina.

 

El cálculo fue sencillo: Haddad era el hombre indicado porque está a salvo de la Lava Jato, es relativamente joven, puede mostrar un aire de renovación en el PT y asegura un piso importante de votos en San Pablo, capaz de hacer sinergia con los que están asegurados en el Nordeste, donde los gobiernos de Lula y Dilma sacaron de la miseria a millones de personas.

 

“Es un académico, un profesor universitario y parte de un grupo menos radical del partido. Por otro lado, siempre fue visto por Lula y por Gleisi Hoffman (la actual presidenta del PT) cómo un cuadro leal. Se convirtió en candidato a medida que otros nombres se tornaron inviables o desagradaron a Lula por tener percepciones distintas de estrategia electoral”, señaló De Souza.

 

Haddad tiene, además otra ventaja. Más allá de los interregnos municipales del PT, el estado de San Pablo tiene un electorado que predominantemente se ubica del centro a la derecha, lo que explica no solo la hegemonía del PSDB de Alckmin, Serra y ahora del outsider Doria sino el propio proceso de derechización de la agrupación que el Fernando Henrique Cardoso del pasado alguna vez imaginó como el corazón del progresismo brasileño.

 

Hablarle a ese electorado y prosperar en él les impone a los dirigentes una impronta necesariamente moderada, en postura ideológica y en propensión al diálogo. Ese es el caso de Haddad, lo que le permite a Lula y al PT soñar con reconquistar al menos un fragmento de la clase media perdida.

 

Así, admite hoy que mantiene contacto con los sectores de lo que denomina “empresariado moderno”, pretende modificar y no derogar la dura reforma laboral impuesta por Michel Temer y hasta abre la puerta a un proyecto de cambios en el régimen previsional, uno de los más generosos del mundo.

 

Paulo Kramer, analista político de Brasilia, le dijo a Letra P que “Haddad representaría la esperanza de la transformación del PT en un partido de izquierda ‘normal’, al estilo socialdemócrata, que aceptaría explícita y sinceramente las ‘cláusulas pétreas’ de la economía de mercado y del régimen representativo y pluralista”.

 

“Mientras Lula sea el único líder do PT, esa metamorfosis estará descartada. El problema es que, con el paso del tiempo, esa indefinición puede llevar al partido a sucesivos desgastes electorales que lo reduzcan en el mediano plazo”, agregó.

 

Si este ensayo sin red de ingeniería electoral tiene éxito, la cuestión pasará por determinar hasta qué punto Haddad querrá o podrá ser algo muy diferente de su mentor. Si bien no se le pueden atribuir de ningún modo intenciones de replicar el distanciamiento que, por caso, Lenín Moreno llevó a cabo con Rafael Correa, la política es dinámica.

 

Creomar de Souza señaló que “Haddad es un intento del PT de construir un futuro que esté, por un lado, vinculado con Lula y, por el otro, listo para hablar con las nuevas generaciones que fueron beneficiadas por las políticas públicas del lulismo”. Un lugar ambiguo. “Es muchísimo más moderado y surge como la opción para refundar el PT después de todo lo que está pasando. Sigue el liderazgo de Lula, pero sabe que pronto el ex presidente ya no tendrá influencia en el rumbo del partido. Veo que su disciplina puede llevarlo a la segunda vuelta, pero eso depende mucho de cómo el PT reaccione en las próximas semanas”, explicó Marcelo Rech.

 

Son estos días de confusión, al punto que dos de las principales encuestadoras de Brasil, Ibope y Datafolha, no saben si pueden divulgar sus últimos estudios de intención de voto por no poder preguntar por Lula y por no mediar aún un llamamiento de esto en favor de un delfín.

 

Este último paso, sin embargo, parece inminente. Así lo acordaron, indican los trascendidos, Lula y Haddad cuando este último visitó al jefe el lunes en el penal de Curitiba en el que cumple pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero. La fórmula la encabezará el ex alcalde y ministro, seguido de la comunista Manuela D’Avila.

 

Lula da Silva presentará en las próximas horas los recursos judiciales que le quedan. Uno acaba de ser rechazado en el STF, pero le quedan dos más, que nadie espera que prosperen. Son la condición necesaria para alimentar la épica de la frenética campaña de un mes que se avecina con denuncias de proscripción y de complot político-judicial.

 

Si una buena parte de los casi 40 puntos de intención de Lula pasan a su delfín, debería ser suficiente para que este pase al segundo turno. Y si en esa instancia su rival resulta el ultraderechista Jair Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura, de la tortura y de los viejos tiempos en los que el machismo y la homofobia no eran considerados una incorrección, acaso las puertas del palacio del Planalto se vuelvan a abrir de par en par para el PT.

 

Sería una redención impensada, cuyos efectos podrían derramar en toda América Latina.

Related posts